¿Eres el que manda o el que inspira?
No te voy a dar rodeos. Ser dueño de un negocio no te convierte automáticamente en un líder. De hecho, muchos jefes se quedan en la mediocridad porque no entienden la diferencia entre mandar y liderar. Y créeme, tu negocio necesita un líder, no un simple jefe.
Un jefe solo se preocupa por dar órdenes y controlar. Te dice qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. No le importa tu opinión, tu potencial o tu desarrollo personal. Su lema es “haz lo que te digo y no me preguntes por qué“.
En cambio, un líder te inspira, te motiva y te guía. Te ayuda a crecer como profesional y como persona. Te da la libertad de tomar decisiones, de ser creativo y de aportar ideas dentro de una meta previamente establecida. Su objetivo es crear un equipo ganador donde todos se sientan valorados y escuchados.
Te preguntarás por qué existen personas a lo largo de camino como profesional, que han sacado mucho más de ti, son más respetados por ti, y, sin embargo, eran los que más te exigían. Pues porque estos estaban llevando a cabo su rol como líderes de equipo. Sacar lo mejor del empleado implica maniobrar con certeza, implica no solo un buen proceso de selección del equipo, sino también como prescindir de un empleado en el momento justo, sin involucrar emociones.
Cuando alguien es jefe, se autodenomina superior al resto; sin embargo, cuando alguien es líder, el equipo es quien hace una valoración y lo asume como tal sin el portar el rango que este tenga.
Si en tu negocio aún no es así, es hora de que te hagas algunas preguntas:
- ¿Tus empleados te tienen miedo o te respetan?
- ¿Te siguen porque te admiran o porque están contratados?
- ¿Te ven como un mentor o como un ogro?
Si no te gustan las respuestas, que obtuviste es hora de cambiarlo. Convertirte en un líder es un entrenamiento que vale todo el esfuerzo.
Aquí tienes algunos consejos que también te pueden servir:
Deja de dar órdenes y empieza a inspirar: Comparte y conecta tu visión, tu pasión y tus valores con tu equipo.
Delega responsabilidades y confía en tu gente: No seas un controlador, da espacio para que tus empleados crezcan y se desarrollen.
Escucha a tus empleados y toma en cuenta sus opiniones: No seas un sabelotodo, aprende de tu equipo.
Celebra los éxitos y aprende de los errores: No seas un aguafiestas, reconoce el trabajo duro y la dedicación de tu gente.
Ser un líder no es cuestión de un día para otro, pero es una inversión que vale la pena. Un buen líder puede convertir un negocio mediocre en un éxito rotundo. ¿Estás dispuesto a dar el paso?